martes, 4 de mayo de 2010

La Nueva Escuela en Argentina.

La recepción argentina de la filosofía educacional de la Escuela Nueva estuvo institucionalmente sesgada a causa de diversas circunstancias relativas, especialmente, a políticas educacionales fuertemente instaladas en el imaginario social y educacional de la época. La anterior afirmación conduce a una breve referencia acerca del período inaugural en el que se gestó y configuró el Sistema Educativo Nacional argentino como uno de los fundamentos del Estado-Nación, a fines del siglo XIX. La denominada "Generación del ’80" -integrada por figuras destacadas del ámbito político e intelectual del país (tales como Sarmiento, Alberdi, Mitre y Avellaneda)- propició y llevó a cabo una política educativa nacional de envergadura. En la educación superior universitaria, cabe señalar que desde aproximadamente 1890 y hasta 1920, se fortalece la filosofía científica con el "positivismo" –corriente que tuvo también un lugar muy significativo en Brasil, así como en otros países latinoamericanos-.
El positivismo surge por influencias del pensamiento de Comte (1798-1857) y de Spencer (1820-1903), filósofos que dieron preeminencia a una línea biológico-psicologista tomada luego como base del aprendizaje del alumno. Desde una perspectiva general, es posible considerar que el positivismo argentino inicia su presentación a partir del ideario pedagógico sostenido por la "Generación del ’80" y por los representantes del "normalismo" en la formación de maestros. Entre tales enunciados comunes se indican los siguientes:
a. lugar de preeminencia del conocimiento, especialmente del conocimiento científico basado en las ciencias físicas y naturales;
b. hegemonía pedagógica de quien posee el conocimiento, es decir, el maestro o profesor;
c. desarrollo de la educación pública;
d. relevancia del laicismo en educación;
e. reconocimiento por la sociedad del papel de la educación como factor importante en la movilidad social.
En función de la envergadura alcanzada por la potítica educativa auspiciada por la "Generación del 80" y por el positivismo universitario, fácil es advertir que la instalación de los principios fundamentales de la "Escuela Nueva" no alcanzaron mayor relevancia frente al paradigma educativo tradicional y oficial que imperó en la Argentina de esa época. Tampoco lo alcanzó cuando se produce el derrumbe del positivismo (después de 1920) y llegan al país nuevas corrientes filosóficas de cuño espiritualista, que van a influir notablemente sobre la formación de maestros y profesores. Al mismo tiempo, en 1930, se produce el primer golpe militar del General Uriburu, que derroca al Presidente Hipólito Irigoyen. Dentro del panorama político alcanzan primacía grupos intelectuales conservadores y representantes de la Iglesia Católica, quienes van a desempeñar un papel significativo en el escenario de la política educacional de ese período.
Si trasladamos estos hechos al plano de la educación con respecto a la no planificada incorporación de la "Escuela Nueva", es posible sostener la tesis siguiente: la impronta de la educación pública, expresada en la temprana creación de un Sistema Educativo Nacional (1884), dio contextura hegemónica a una metodología de enseñanza enciclopedista y de carácter expositivo, en la que el alumno desempeña un rol pasivo, característica de la educación tradicional. En consecuencia, el posterior reemplazo ideológico del positivismo por una filosofía de cuño espiritualista no quebrantó la fortaleza de la metodología y de las formas de enseñanza de la tradición escolar. En cambio fue radical su actitud de rechazo con respecto al laicismo y a la preeminencia del conocimiento científico, dado que comienza a otorgarse prioridad a la formación moral y religiosa del alumno y, en el plano institucional, a la educación de cuño confesional católico.

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